Marisa Moya, maestra, psicóloga y directora de escuela, enseña a padres y madres a relacionarse de manera afectiva con los niños y aprender habilidades que necesitan para crecer y desarrollarse.
Marisa Moya es una de las principales referentes de la disciplina positiva en España. ¿Qué es la disciplina positiva? Es una raíz de la educación que se enfoca en atender a las necesidades infantiles, pero que en realidad son necesidades de todo ser humano, como se encarga de remarcar Marisa.
Esta teoría práctica se sostiene en diferentes principios, y el primero de ellos es que la necesidad de conexión. Todos necesitamos conectarnos con otras personas, es necesario para la supervivencia. Pero no es suficiente, ya que también necesitamos desarrollar competencias para sentirnos significativos. “A esto le llamamos desarrollar el sentimiento de la contribución”, dice Marisa. Y cada educador debe crear esa conexión con el alumno para hacerle sentir que pertenece, que tiene un adulto que lo cuida, lo guía y lo quiere.
El segundo principio consiste en crear relaciones de respeto muto, y el tercero es que los niños vean sus sentimientos comprendidos en el espacio educativo. Muchas veces los educadores solo ven la conducta, pero la disciplina positiva permite ver que detrás de esa reacción hay un sentimiento que moviliza a la conducta.
Sin embargo, Marisa cree que el verdadero foco de la disciplina positiva está en el educador y en los padres. “Si queremos llegar a los niños de otra manera, tenemos que empezar a trabajarnos a nosotros mismos”, ya que nosotros mismos hemos sido criados y educados de cierta manera. Por eso la disciplina positiva permite revisar nuestras actitudes y creencias más profundas.
Marisa explica esto a través de un simple ejemplo que nos permite entender a la crianza como un proyecto de gran escala. Incluso lo compara frecuentemente con ejercitarse en un gimnasio: no importa tanto cada flexión individual, lo importante es planear una rutina a largo plazo ya que los avances se hacen día a día. “Algunos objetivos son casi de una vida. El ritmo, la urgencia, es una trampa mortal en la educación”.
También describe la disciplina como algo que se aprende haciendo, no solo de la teoría. Y antes de reaccionar con gritos frente a un niño que tuvo un mal comportamiento, es necesario preguntarse si se ha comportado mal o si se ha comportado en función de lo que él sintió que estaba bien.
Por eso, la primera infancia es un momento crítico para la disciplina positiva, y es necesario que el niño tenga supervisión. Sin embargo, decirle “no” a un niño durante esta edad no tiene significado para ellos, por lo que Marisa recomienda limitar lo justo y necesario, y mostrarles alternativas que abran otras posibilidades más constructivas.
Para la disciplina positiva, las pautas de la capacitación no están labradas en piedra. “La obediencia es una actuación, no es respeto. La obediencia está basada en sentimientos de miedo y culpa”, elementos que no deberían formar parte de las herramientas de una educadora. Además, la otra cara de la sumisión es la rebeldía.
Entonces, la diferencia entre un límite y una pauta esta en que los límites son siempre impuestos por el adulto, son unilaterales. En cambio, la pauta implica una resolución conjunta de problemas a través de compromisos y acuerdos. “El niño o la niña va a tener más intervención, va a lograr una participación y una involucración más grande, a medida que va mostrando la ejercitación de la responsabilidad”.
Cuando los niños se están portando mal, están en realidad ofreciendo una solución a su problema. La conducta es la punta de un iceberg, explica metafóricamente Marisa, y debajo se esconde todo lo que llevó a la conclusión al niño: “qué percibió de la vida, cómo lo interpretó, que creencia errónea instaló en su mente”.
Por eso, Marisa cree que el mal comportamiento es en verdad una oportunidad, por más que a muchos adultos le cueste verlo así. Es una oportunidad de conciencia emocional, ya que es el comienzo de un proceso para conocer qué sentimientos movilizaron esa conducta. “Es muy importante, a la hora de abordar el error, que los padres y los niños sepan que lo que siento no es lo que soy, no es lo que hago”, afirma.
Al referirse a la adolescencia, Marisa toma una cita que ella atribuye a Jane Nelsen: “la adolescencia es un segundo nacimiento”. En ese sentido, debemos entender a la adolescencia como una obra creativa en la que el joven está naciendo para sí mismo. Y si bien los errores en la adolescencia no se deshacen, siempre hay una oportunidad de aprender de ellos. “La esperanza nunca tiene que faltar en la vida de los niños ni de las personas”, cree Marisa.
Llegando al final de su presentación, Marisa resalta que nuestra prioridad como padres, madres y educadores es cuidar bien la infancia. Diversos estudios han demostrado que “si los niños no ven sus habilidades socioemocionales contempladas en la escuela, si los niños no ven comprendidos sus sentimientos y abordados en las estructuras cotidianas de la vida, de la escuela, es muy difícil aprender”. Por eso, la disciplina positiva es un proyecto de comunidad que tiene que empezar por los mismos equipos directivos.
Biografía
Marisa Moya es dirige Escuela Infantil Gran Vía y cuenta con una larga trayectoria profesional en este ámbito. Es la creadora de un proyecto innovador de mejora de la educación Infantil, Escuela enREDada, que promueve relaciones respetuosas y ambientes emocionalmente armónicos. Es la máxima referente en Disciplina positiva en España y actualmente compagina su labor de directora con los talleres y charlas para familias, docentes y formación de educadores.