"Tenemos intelecto. ¿Pero somos tan inteligentes?". Jane Goodall, primatóloga
La fascinación de Jane Goodall por los animales comenzó cuando era muy pequeña. Su familia la llevaba a visitar granjas cuando tenía solo cuatro años, donde aprendió a jugar e interesarse por las gallinas, vacas y caballos. Allí también descubrió las bases de toda buena científica: ser curiosa, hacer preguntas, cometer errores, se paciente y no rendirse. Tuvo la suerte de tener una madre que fomentó esa curiosidad y la animó a realizar su sueño de viajar a África a estudiar el comportamiento de los chimpancés, incluso cuando todos se reían y burlaban de su pasión.
En África conoció al paleontólogo y antropólogo Louis Leakey, que se volvería un mentor a lo largo de su carrera. Si bien le llevó un tiempo, allí obtuvo técnicas para ganar la confianza de los chimpancés, lo que le permitió observarlos desde cerca y descubrir que tenían la habilidad de crear herramientas, como largas ramas para comer termitas. En esa época, la ciencia creía que solo los humanos eran capaces de utilizar y fabricar herramientas. Muchos científicos se negaron a creerle, hasta que Jane y Louis consiguieron financiación de la National Geographic Society de Estados Unidos y compartieron sus estudios con el mundo.
Jane también se encontró con resistencia del ámbito científico por interesarse en el estudio de las emociones de los animales. Cuando comenzó su formación en Cambridge, se chocó con los rigurosos métodos científicos que reglamentaban que una científica imparcial jamés podía decir que los animales tenían personalidades ni mentes capaces de afrontar problemas. “Y obviamente, no podía decir que tenían emociones. Ese era el colmo del antropomorfismo: atribuirles cualidades humanas a animales no humanos”. Pero sus años de investigación en Gombe le habían dado la certeza de que los animales piensan, tienen emociones y pueden sentir miedo, dolor y tristeza. Como ejemplo, Jane recomienda buscar en Google los estudios sobre Pigcasso, el cerdo que puede pintar obras de arte, o sobre los pulpos inteligentes que son capaces de resolver problemas complejos.
Aún existen muchas personas que creen que el ser humano es el único ser inteligente en la tierra. Pero para Jane, tener intelecto no nos hace tan inteligentes. “¿No es raro que la criatura más inteligente que ha caminado sobre la faz de la Tierra esté destruyendo su único hogar?”, se pregunta a menudo. “Solo podremos alcanzar nuestro potencial humano cuando la cabeza y el corazón estén en armonía”.
A Jane siempre le encantó aprender, con una preferencia por la educación práctica y una facilidad por la lectura. Cuando entró en la universidad, el profesor Robert Hinde le enseñó a expresar sus ideas revolucionarias sobre el comportamiento animal de una manera lógica y racional para defenderse de las críticas de sus colegas científicos. Pero nunca estuvo de acuerdo con la idea de que para ser un buen científico hay que ser objetivo y no se debe sentir empatía por los sujetos estudiados. Cree que eso es lo que hace que a muchas chicas no les interese el mundo de la ciencia, cuando en la realidad, la empatía es muy necesaria para estudiar a los animales.
Sobre sus méritos como científica e investigadora, Jane es una gran contadora de historias. Atribuye esta facilidad a que creció sin televisión y rodeada de libros que estimulaban su imaginación. Los miembros de su familia galesa también eran grandes contadores de historias, y le enseñaron que una buena historia tiene que salir del corazón. Los grandes relatos son los que emocionan, incluso cuando muchas veces parece imposible lograr cambiar la opinión de otras personas. Una de sus historias más icónicas es la de su emotivo abrazo con el chimpancé Wounda. Siempre se emociona al recordar cómo el animal la reconoció como la responsable de devolverle su libertad a través del centro de rescate de su instituto.
Los proyectos del Instituto Jane Goodall tienen tres objetivos: ayudar a la gente, a los animales y al medio ambiente. El programa que más la enorgullece es Raíces y Brotes, a través del cual les brinda herramientas a los más jóvenes para concientizar acerca de nuestro papel en el ecosistema. Sus estudios acerca de los desastres que produce la industria ganadera han cambiado la forma de pensar de millones de personas, lo que le de la confianza de que está haciendo un buen trabajo. Siempre se ha mostrado muy crítica acerca del desperdicio en agua y el abuso de combustibles fósiles necesarios para el mercado ganadero, además de la crueldad animal de las granjas industriales. Esto la hizo volverse vegetariana, ya que ve en la carne “un símbolo del medio, el dolor y la muerte”.
Por eso cree que todavía es posible cambiar la conciencia ecológica del mundo, incluso cuando nos queda un margen de tiempo cada vez menor para revertir la destrucción del planeta. Pero solo será posible si trabajamos juntos para sanar el daño que hemos causado, cuidando los recursos naturales y cambiando nuestra visión materialista del mundo. “Adoramos al dinero como a un dios. Nos dedicamos a comprar y tirar, comprar y tirar. Mientras que, por otro lado, hay gente viviendo en la más absoluta pobreza”. Su principal interés es transmitirles a los jóvenes que cada día de su vida influye sobre el planeta. Incluso pequeñas decisiones como qué comprar, qué vestir o qué comer, son decisiones éticas que colectivamente pueden hacer del mundo un lugar mejor.
Jane nunca pierde la esperanza, y actualmente confía en que el futuro está en buenas manos de los jóvenes y su intelecto. “Estamos empezando a buscar formas de vivir en armonía con la naturaleza mediante nuestros inventos tecnológicos”. La naturaleza puede recuperarse si se le da la oportunidad, y no podemos seguir destruyendo el medioambiente sin darnos cuenta de que también nos estamos destruyendo a nosotros mismos.
Cuando le preguntan acerca del rol de las mujeres en el mundo, Jane comparte su teoría. En la evolución humana, el papel de la mujer estuvo asociado al cuidado de los niños mientras los hombres salían a cazar. Luego debían cocinarles la comida y mantener la paz en el hogar. Por eso cree que las mujeres tienen una ventaja desde un punto de vista evolutivo, con una mayor predisposición para cualidades como la paciencia y la atención. Cuando comenzó a trabajar con chimpancés, Jane tuvo que luchar contra la resistencia del ámbito científico y su discriminación por ser mujer. Por suerte, cree que eso está cambiando, por eso alienta a las mujeres a que aspiren a la igualdad, a aprovechar cada oportunidad y jamás rendirse.
A modo de conclusión, Jane comparte que le gustaría ser recordada por dos cosas. Primero, por ayudar a la ciencia a abandonar su pensamiento reduccionista en el cual los animales eran vistos como simples objetos. Y segundo, por crear el programa Raíces y Brotes que les da una formación a los jóvenes de todo el mundo. La educación es responsable de que los niños no pierdan la libertad de usar su imaginación y seguir su pasión, y los padres también tienen que alimentar las diferencias individuales. Después de todo, el porvenir del mundo está en sus manos: “esa es nuestra esperanza para el futuro”.
Biografía
Janes Goodall es Doctora en Etología por la Universidad de Cambridge. Fue distinguida con más de 100 premios internacionales, y ha sido considerada una de las mujeres científicas de mayor impacto en el siglo XX. Los resultados de sus exhaustivas investigaciones acerca del hasta entonces desconocido mundo de los chimpancés revolucionaron a la comunidad científica. Su extenso trabajo, proseguido por la Instituto Jane Goodall, constituye una de las investigaciones de campo más prolongadas sobre animales en libertad.