‘Ayudar en casa’ no es suficiente, hay que compartir la carga mental
“Ese concepto del hombre tan moderno que ayuda a su mujer en casa ya está muy obsoleto. Porque cuando decimos que nosotros os ayudamos a vosotras en las tareas de casa, estamos dando por sentado que es vuestra responsabilidad, no la nuestra.” Alberto Soler nos marca un primer error en esto: nadie puede estar ayudando en algo que es su responsabilidad. En todo caso se corresponsabiliza ”Voy al supermercado con mis hijos porque yo voy a comer también y porque ellos son mis hijos. Si yo cocino, es porque me voy a comer también esa comida y porque no quiero que mis hijos ni tú paséis hambre. Me responsabilizo de las tareas que son mías”.
Es que hasta hace poco eso no se veía. La frase común era «Oye, te quejarás del marido que tienes que te ayuda a hacer las camas». “¿Cómo que te ayuda a las camas? Es su responsabilidad hacerlas. Yo lo que no quiero es, en mi casa, darle un modelo a mis hijos en el cual ellos piensen que la cocina es cosa vuestra [de las mujeres]. O que limpiar los váteres os toca a vosotras. No, los padres somos mucho más que eso.”
Alberto Soler destaca que los padres ya no solo son los que proporcionan recursos, como sucedía antes. Ahora también los padres coeducan, y lo hacen de una manera emocional. “Transmitimos emociones, transmitimos valores, y tenemos que hacerlo de esa manera compartida en el núcleo familiar, transmitiendo que no hay nada, más allá de la lactancia materna por propia definición, que sea de uno o de otro, todo lo podemos compartir.”
Soler hace una descripción de lo que él llama “marido voluntarioso”, que se presenta seguido en sus consultas. “Llega la pareja y ella se queja: «Tú no haces nada en casa…». Y él dice: «Si tú me dices ‘haz esto’, yo lo hago». Y él, el pobre, no se entera de lo que está pasando. «Si tú me dices que ponga la lavadora o que prepare la cena, yo la pongo». Y es verdad, es muy voluntarioso. Su mujer le dice algo y él lo hace.” Y aquí, Alberto Soler, presenta un concepto muy importante: el de la carga mental. Comenta que cuando habla con las parejas, aparece muy seguido la secuencia en la que se preguntan quién lleva cada tema en la cabeza. “¿Quién lleva en la cabeza el calendario de las visitas al pediatra? Y lo lleva ella. ¿Quién sabe cuántas veces este año os habéis reunido con el tutor o tutora? Y lo lleva en la cabeza ella. O quién sabe el tema de las vacunas, o cuándo hay que lavar las cortinas. ¿Cuánto toca darle la vuelta al colchón? ¿Cuándo toca hacer el cambio de armario? ¿Qué tenemos que comprar esta semana? ¿Hoy toca cenar hidratos o esta mañana ya han comido muchos hidratos? Es algo que lleváis vosotras de manera casi exclusiva. Es lo que se llama «carga mental». Y esa carga mental pesa. Porque no tenéis que llevar en la cabeza solamente vuestros asuntos personales, asuntos de trabajo, sino toda esa coordinación y gestión doméstica. Cuando tú llevas todo eso en la cabeza y de repente llega tan voluntariosamente tu marido y dice: «¿Qué es lo que hago?».”
Soler es determinante: es necesaria una participación más activa. No se debe delegar toda la coordinación de la casa en las mujeres. Esa gestión doméstica es enorme y ocupa un espacio mental que es tremendo.
“Repartir tareas no funciona. Lo que sí funciona de verdad es homogeneizar el descanso.”
Alberto Soler es contundente: las mujeres no deben sentir culpa por no llegar a todo, porque no deben llegar a todo. Y presenta una idea clave que ayuda a desarmar esta situación: “Tengo una clave, se lo digo a mis pacientes, para intentar atajar los conflictos por las tareas domésticas. Muchas veces se enfoca mal. Muchas veces lo enfocamos como un piso de estudiantes. Con muy buena voluntad, las parejas ponen en la nevera (porque las cosas importantes en casa se ponen en la nevera, es como las tablas de la ley). Hacen un reparto: «Lunes, miércoles y viernes, cocinas tú. Martes y jueves, yo». Y con muy buena voluntad lo ponen en la nevera. Eso dura cuatro días. ¿Por qué? Porque repartir tareas no funciona. Lo que sí funciona de verdad es homogeneizar el descanso.” Y se hace de manera sencilla. En la casa nadie puede estar descansando mientras el otro se está ocupando de las tareas domésticas, porque siempre hay cosas para hacer.
“Tenemos que compartir el tiempo de descanso. Si no lo compartimos, al final, no hay justicia, no hay igualdad, no hay corresponsabilidad en casa.” Si ambos están cansados, entonces alentamos a que el otro también descanse, y además si se comparte el tiempo de descanso, se fortalece la relación de pareja, se mejora el clima familiar y se da un modelo de corresponsabilidad a los hijos.
Biografía: Psicólogo y Máster en Psicología Clínica y de la Salud. Con más de 10 años de experiencia clínica y asesoramiento a padres, Soler es conferenciante y colaborador habitual en prensa, radio y televisión. En su videoblog, Píldoras de Psicología y en el libro “Hijos de padres felices”, del que es co-autor, da respuesta a las dudas universales sobre educación, crecimiento personal y crianza.